domingo, 9 de mayo de 2010

Antes de ti.


Al escuchar esas palabras pronunciadas por Edward, ella no pudo sentir más que la excitación del momento, se atrevió a mirarlo a los ojos y en ese instante pensó que ningún hombre tenía el derecho de ser tan abrumadoramente masculino como Edward, mientras la sensación de cosquilleo aumentaba a medida que caminaban.
En el interior de la villa era un ejemplo espectacular de arquitectura moderna, pero ella ni lo notó. Se hallaba demasiado ocupada absorbiendo el hormigueo creado por cada paso que daba hacia el ascensor que los esperaba.
En cuanto entrara en el habitáculo estaría perdida, y lo sabía.
Las puertas se cerraron a su espalda. Edward apretó un botón y el ascensor se puso en marcha. Aún la mantenía cerca de él y ella mantenía los ojos cuidadosamente bajados, reacia a permitirle ver lo que pasaba dentro de su cabeza. Las puertas del ascensor se abrieron a un vasto recibidor lleno con una luz suave.
Lo último que deseaba ver Bella era a otro ser humano esperándolos para darles la bienvenida. Interfería con las vibraciones que había entre ellos y la de devolvieron a un sentido del yo más cuerdo.
-Kalispera, Berenice -saludó Edward posando la mano en el codo de Bella.
-Buenas noches -dijo la morena ama de llaves y se volvió hacia Bella para saludarla en un español muy marcado-¿Ha tenido un vuelo agradable?
-Sí… gracias -murmuró con cortesía, sorprendida de que la esperaran, para luego ruborizarse al darse cuenta de lo que eso significaba.
Berenice volvió a dirigirse a Edward.
-Esme Cullen ha estado llamando- informó
-¿Esme? –quiso saber el.
-Okhi -Berenice cambió de idioma.
Debido a la urgencia en el tono de voz de la ama de llaves, Bella dedujo que su ex futura suegra había dejado un mensaje largo en el que transmitía su conmoción y angustia por el desarrollo de los acontecimientos.
-Mis disculpas, agape mou. Pero necesito unos minutos para ocuparme de esto -le dijo a Bella-. Berenice te mostrará dónde puedes refrescarte.
Sin aguardar una respuesta, dio media vuelta y se marchó con expresión sombría e impaciente.
-¿Edward…?
Él se detuvo.
-¿Si? -no giró.
Bella fue consiente de la presencia de Berenice a su lado.
-¿Querrás transmitirle de mi parte a tu madrastra, por favor, que lamento sinceramente cómo…terminaron las cosas? -él guardó silencio y Berenice bajó la vista al suelo- Esme me… me cae bien -continuó, preguntándose si había cometido algún desliz terrible en la estructura familiar griega al hablar de asuntos personales delante del personal doméstico –. Nada de lo sucedido fue su culpa y sé que ha de sentirse decepcionada y alterada.
Después de otro titubeo, él asintió con sequedad.
-Le transmitiré tu mensaje.
Reanudó la marcha, dejándola allí sintiéndose… ¿sintiéndose qué?
-Por aquí pequeña -le dijo Berenice conduciéndola por un pasillo ancho y tenuemente iluminado que salía del recibidor y la condujo a una suite hermosa con una enorme cama.
Bella apartó los ojos de ella y contempló una espectacular pared curva de cristal con un interminable cielo oscuro y satinado por el telón de fondo.
La mujer le indicó dónde se hallaba el cuarto de baño y que su equipaje no tardaría en llegar.
<>. Posó la vista en la cama enorme y la apartó de inmediato antes de que su imaginación pudiera invocar una imagen de lo que no tardaría en estar haciendo allí.
El entorno espacioso no se parecía a la tradicional casa victoriana de Edward en Londres. Ahí predominaba el blanco con atrevidos toques de color en los brillantes cuadros abstractos que colgaban de las paredes y el cobertor azul joya que había visto al pie de la cama.
Fue hacia la pared curva del cristal con la intención de observar la vista, pero el cristal la sorprendió cuando empezó a abrirse con un deslizamiento silencioso, sin duda activado por la proximidad de su cuerpo a un sensor oculto.
Salir del aire fresco de la habitación al calor bochornoso le cortó la respiración un momento, luego dejó el bolso en la superficie más cercana, una de las tantas mesas y sillas de bambú distribuidas por allí, y cruzó el suelo barnizado de madera hacia el destello de luces que podía ver más allá de la barandilla de la terraza al tiempo que aún intentaba controlar el nerviosismo que aleteaba en su estómago.
De pronto ante ella se extendió una ciudad de luces, tan espectaculares que por un momento olvidó sus preocupaciones. Había sido consciente de que el recorrido desde el aeropuerto había sido ascendente, pero no se había percatado del nivel tan elevado en el que se hallaban.
-Bienvenida a Atenas –murmuró una voz suave, cálida y aterciopelada detrás de ella.
No lo había oído entrar al dormitorio y en ese instante la tensión le bloqueó los hombros finos mientras escuchaba las pisadas que se dirigían hacia ella.
-Y bien. ¿Qué te parece?
Le rodeó la cintura con las manos y la pegó a él.
-Fabuloso -trató de sonar serena, cuando ambos sabían que era imposible con esa proximidad-. ¿Eso…eso de allí es la Acrópolis? -señaló con una mano que él tomó cuando la bajaba.
-Con los barrios antiguos de Monastiraki y Plaka a sus pies -confirmó, apoyando las manos de ambos sobre el estómago de ella-. Hacia allí puedes ver iluminando el Zappeion Megaron. Que se alza en nuestro jardín nacional, y por allí -señaló con su otra mano- la Plaza Syntagma.
A partir de ese momento todo se tornó un poco surrealista mientras escuchaba la voz serena y melódica describiendo la vista nocturna de Atenas como si no hubiera ninguna corriente sexual subterránea entre ellos. Pero esas corrientes existían, igual que el poder de su proximidad física mientras la pegaba contra él. Se sentía envuelta en Edward, atrapada, rodeada y abrumada por una vibración palpitante de intimidad que bailaba en sus terminales nerviosas.
-Está muy oscuro hoy sin luna, pero puedes ver el egeo en la distancia iluminada por las luces del puerto de Pireo. Una vez que Berenice nos haya servido la cena, te mostraré la vista desde la otra terraza, pero primero me gustaría que me explicaras pethi mou, ¿qué ha cambiado en los últimos cinco minutos que te tiene temblando?
-Edward… -impulsiva, aprovechó el momento- No puedo seguir adelante con esto. Pensé que podría, pero no es así -soltó su mano y se volvió hacia él-. Necesito que entiendas que esta…
Calló al encontrarse con la vista clavada en la perchera de su camisa blanca. Se había quitado la chaqueta y el par de botones abiertos revelaba una V de piel cálida y blanca, perturbándola momentáneamente.
Las palabras importantes <<Ésta será mi primera vez>> se perdieron en la lucha nueva que mantuvo consigo misma a medida que sus sentidos clamaban en su interior como bestias hambrientas.
-Tenemos un trato Isabella -le recordó su voz.
Un trato. Apretó los labios y asintió.
-Lo sé y lo siento, pero…- ¡Oh Dios!, tuvo que apartar la vista de él para poder continuar- Esto es…es demasiado, demasiado rápido y yo…
-¿Y tu crees que voy a exhibir mi falta de delicadeza llevándote directamente a la cama?
-Sí… no.
-Entonces, ¿qué esperas que suceda a continuación? -inquirió con sarcasmo.
-¿Tienes que sonar tan casual al respecto? -espetó dando un paso atrás y encontrándose con la barandilla de la terraza. Incómoda por toda la situación cruzó los brazos- Puede que prefieras creer que hago esto de manera habitual, pero no es así.
-Ah, pero piensas que yo sí.
-No -negó y vio la sonrisa cínica en su cara- No pienso eso.
-Bien. Gracias -añadió con sequedad.
-¡Apenas conozco algo sobre ti como para saber de qué manera llevas tu vida privada!
-Igual que yo conozco poco de tu vida privada -señaló él-. Así que coincidiéremos en acordar que a ninguno de los dos le falta experiencia sexual y, por ende, puede ser lo bastante sofisticado como para reconocer que nos deseamos el uno al otro… con o sin el trato que hemos pactado.
-Pero yo no la tengo -mustió.
-¿No tienes qué? -suspiró.
Demasiado abochornada como para mirarlo, bajó la vista.
-Ninguna experiencia sexual.
Reinó un silencio súbito en el que Bella se mordió el labio inferior. Entonces Edward volvió a suspirar.
-Basta Bella -censuró cansado-. No nací ayer así que dejemos de actuar a partir de ahora.
-¡No estoy actuando! -lo miró y lo único que vio fue el destello de su impaciencia.
La atrajo antes de que ella pudiera reaccionar y le tomó la boca con un beso ardiente, duro y airadamente determinado. Una vez más ella sintió la plena y poderosa extensa erección de él contra su cuerpo. Sin siquiera darse cuenta, pasó de debatirse a aferrarse a los hombros de él con la boca entreabierta, absorta en ese beso apasionado.
Edward tenía razón, lo deseaba… mucho.
Ahondó el beso con una hábil maniobra de la lengua y ella sintió que su cuerpo reaccionaba estirándose y arqueándose en invitación sensual contra el calor duro de él.
Y supo que estaba perdida incluso antes de que apoyara las manos en sus caderas y estableciera un contacto aún más íntimo con lo que le pasaba a él. Cuando de pronto Edward echó la cabeza atrás, Bella emitió un gemido de protesta.
-Me deseas -afirmó él con voz ronca-. Deja de jugar conmigo.
Antes de que pudiera contestar, volvió a reclamarle la boca con un beso volcánico que selló esa declaración como una marca en su piel. La pegó con fuerza contra él y Bella comprendió que ya nada podía detener eso.
Y tampoco quería que parara. Quería perderse en su poder y en su intensa sensualidad y en el calor del cuerpo que en ese momento tocaba con dedos inquietos y codiciosos.
Sintió el martilleo de su corazón y cada movimiento placentero y tenso de los músculos de Edward al recorrerlos con sus dedos. La camisa se interponía en su camino… él lo sabía y con un gruñido de frustración retrocedió un paso, la tomó de la mano y la condujo dentro.
La cama sobresalía como una deslumbrante declaración de intenciones. Se detuvo al lado. Luego giró, captando su incierta mirada e inclinándose para desterrar esa expresión con un beso. Después retrocedió otra vez.
Comenzó a quitarse la camisa despacio, revelando centímetro a centímetro su poderoso y bien esculpido cuerpo, cuyos músculos ondulaban con cada movimiento. Bella jamás había estado tan absorta por algo. La tensión sexual que flotaba en el aire le aceleró la respiración cuando empezó a sacársela de la cintura del pantalón. Al quitársela del todo, se vio tan envuelta en la fragancia embriagadora de su masculinidad que no fue capaz de contener las manos sin posarlas sobre él.
Él la dejó explorando como si se hallara en algún misterioso y mágico viaje hacia lo desconocido. Mientras sus manos lo recorrían, su lengua salió a probarle el labio superior, pero en realidad lo que ella deseaba era probarlo a él.
Edward abrió con gentileza el botón superior de la chaqueta de Bella y ella jadeó como si se tratara de un paso importante. Se inclinó para besarle los labios entreabiertos al tiempo que se ocupaba del resto de los botones alterándose con besos profundos y sensuales hasta que ya no quedó ninguno que desabrochar.
Le quitó la chaqueta sin abandonar la lenta seducción y provocarle escalofríos al acariciarle los brazos y hombros desnudos con las yemas de los dedos y luego continuar por toda su espalda, haciendo que se arqueara hacia él, arrancándole un suspiro de placer.
Entonces abrió los ojos y vio que Edward le observaba los pechos cubiertos de satén blanco, cuya plenitud empujaban con los bordes del sujetador. Al soltarle el cierre de éste y dejar caer esa prenda escueta, ella subió las manos para cubrirse. Edward la tomó por las muñecas y se las apartó; los ojos le brillaban mientas contemplaba los pezones transformarse en cumbres rosadas y compactas.
Nada la preparó para la descarga de placer que experimentó cuando la pegó a él y sus pechos se encontraron con su poderoso torso.
Como en una bruma, Bella se dijo que ya no había vuelta atrás. Sintió que su falda cedía y caía por las piernas hasta quedar en el suelo alrededor de sus pies.
La tanga no era nada. Las medias finas se pegaban a sus piernas blancas. Lo siguiente que sintió fue como Edward le daba un apasionado beso mientras una mano descendía hasta su vientre mientras que la otra la sostenía fuertemente de la espalda.
Cuando Bella percibió que las manos de Edward estaban en su parte más íntima, sintió una intensa oleada de calor, haciendo que se restregara más contra él. En un reflejo involuntario, Edward masajeo su clítoris haciendo que de la boca de ella sólo pudieran salir gemidos de placer.
El la alzó y deposito sobre la cama, pero Bella le rodeó el cuello con los brazos para asegurarse de que no rompiera el beso. Lo deseaba… todo.
-Codiciosa –murmuró sobre su boca al tumbarse a su lado.
¡Y l o era! Se hallaba atrapada en la ola de placer que él le estaba dando.
-Eres mía Isabella Swan, grábatelo en tu mente, nada ni nadie puede tocarte como lo hago yo -murmuró Edward en un tono más que posesivo.
Con una mano le coronó un seno mientras que con la boca lamia y chupaba su cuello, descendiendo hasta su pecho y meter en su boca un pezón, mordisqueándolo y succionando con fuerza. Consiguiendo que no tardara en gemir y aferrarse a él mientras el contacto de esa lengua y esos dientes le causaran un placer al borde del dolor. De inmediato sintió que bajaba lentamente al centro de sus muslos.
Quizá el lo supo o tal vez ella volvió a gemir, pero su boca se mostró urgente y Bella pudo percibir el apetito de él, el deseo que le exigía lo mismo y lo obtenía al besarla con una profundidad tan inusitada que se sintió inmensa en su poder.
Luego descendió y al hacerlo comenzó a quitarle la tanga. Con los ojos entornados, le bajó las medias y se irguió para bajarse la cremallera de los pantalones y descalzarse al tiempo que la observaba con ojos posesivos.
-Mía –rugió de nuevo con voz ronca-. Dime que me deseas.
No podía negarlo, ya no era capaz de quitarle los ojos de encima, viendo la desnudez de él la hizo excitarse aún más. Su pene era enorme y pensó que tal vez podría lastimarla, pero decírselo aún sabiendo que él no creía que era virgen, apagaría su encuentro.
Edward le dio un profundo beso antes de bajar hacia sus muslos, le abrió delicadamente las piernas y empezó a lamer su centro, cuando Bella sintió la lengua en su clítoris gimió de placer y se sintió desfallecer cuando un dedo se metió en su estrecha cavidad. Fue una exploración de una agonía intensa y estimulante, Bella sentía que su cuerpo cobraba vida propia, comenzando a retorcerse como un objeto enloquecido, suplicando más.
-Edward –gimió.
Pronunciar su nombre fue como darle premiso para incrementar el fuego. Apareció sobre ella, grande y oscuro… fiero con los ojos encendidos y la tensión sexual reflejada en las mejillas tensas. Volvió a poseerle la boca y tembló de placer cuando ella con una mano lo agarró de la nuca mientras que con otra le daba suaves caricias a su miembro.
Bella sintió la poderosa presión de su erección contra ella. Edward emitió un sonido grutal, luego se alzo sobre ella y se acomodo entre los muslos separados con la desnuda firmeza de sus caderas estrechas y agarró el redondeado trasero para acomodarla. Sintiéndolo allí, Bella apoyo otra vez la cabeza en la cama, preparada, anhelándolo con tanta fuerza que estaba sin aliento, atravesada por una necesidad que la mantenía al borde de los gritos.
De modo que cuando la embistió de un solo golpe, siguió un agudo y ardiente dolor que le surco el cuerpo e hizo que contrajera los músculos en un grito de dolor.
Edward se quedo paralizado. Ella lo miró a los ojos y pudo ver que la pasión se había transformada en una atónita sorpresa.
-Eres virgen, eres…
Bella cerró los ojos y se negó a decir algo mientras la desdeñosa negativa de Edward de que ésa sería la primera vez para ella se repetía con cruel burla por su cuerpo tenso y los músculos que ya empezaban a contraerse en torno al sexo de él.
-Bella…
-¡No! -Gritó- ¡No hables de ello!
El pareció conmocionado por el agónico exabrupto.
-Pero tú…
-Por favor, levántate –re retorció con desesperación y con los puños lo empujó por los hombros-. Me haces daño.
-Porque es una nueva experiencia nueva… -la mano con la que con suavidad le apartó de la cara le tembló.
-¡Tu sólo levántate! -No quería su lastima. Volvió a empujarlo por los hombros y a retorcerse en su esfuerzo por liberarse, pero quedó pasmada cuando sus músculos interiores se activaron ante esa intrusión con un clamor excitado que la impulsó a abrir mucho los ojos.
-Ya no te duele –murmuró él leyendo sus expresiones al tiempo que bajaba la cabeza para llenarla de besos por su cuello que la hicieron temblar.
-¡Oh, bésame bien!
Era todo lo que necesitaba para que volviera a excitarse y empezó a moverse dentro de ella.
Edward pensó que estaba tocando el cielo, era tan estrecha que hacia que en cada embestida empezara a sentir un delicioso cosquilleo por todo su cuerpo. Incrementó el ritmo cuando Bella empezó a gemir más audiblemente y él gruñó cuando empezó a sentir los espasmos de Bella alrededor de él.
-Déjate llevar agape mou.
Y se dejó llevar, con un grito de placer alcanzó su orgasmo sintiendo como Edward le besaba salvajemente los labios.
Al sentir como los músculos de ella se contraían alrededor del miembro de Edward fue todo lo que necesitó para que su orgasmo le llegara con brutalidad mientras profesaba un grito ahogado, la conmoción los lanzó como una roca a través de un agujero negro y profundo a un sueño exhausto.
<<>> mustió Edward observando a esa mujer que le había hecho el amor como una máquina sexual desatada mientras se ofrecía toda excusa posible que lo ayudaran a justificar su conducta.
Virgen.
Su conciencia lo sacudió.
Y la culpable verdad era que todavía podía sentir la presión de ardiente placer que había experimentado cuando la barrera cedió. Un músculo en su abdomen se contrajo en respuesta directa al recuerdo. Alzó la copa de whisky que se había servido y bebió un trago generoso.
El personaje recatado no había sido una mentira.
Otro trago y se puso a estudiar su cara. Perfecta, hermosa, suavizada por el sueño y pálida por la tensión del día que había tenido…
El hormigueo en su entrepierna se convirtió en una quemazón palpitante que lo hizo sentir como un pecador.
Bajó la copa y con ojos entornados la vio contener el aliento, luego se quedó quieto un momento antes de anunciar con tono lóbrego:
-Nos casaremos.

cap6

Si puedes crear heridas, debes tener el valor de sanarlas